¿Cómo una canción escrita en un momento de ebriedad y angustia adolescente se convirtió en un himno generacional… y a la vez en una pesadilla para su propia banda?
Cuando escuchas por primera vez ese rasgueo distorsionado de guitarra seguido de “I’m a creep, I’m a weirdo…”, es imposible no sentir algo. Tal vez incomodidad, tal vez identificación. Lo que muchos no saben es que esa emoción tan cruda no fue el resultado de un plan maestro, sino de un accidente… y casi le cuesta la carrera a Radiohead.
Un origen impulsivo, inseguro y borracho
Thom Yorke tenía poco más de 20 años cuando escribió Creep, a finales de los 80. Era un universitario más, atrapado entre inseguridades, frustraciones, y una obsesión no correspondida con una chica que ni siquiera sabía que él existía. Estaba borracho, y la letra le salió de golpe, como un vómito emocional: “I don’t belong here.”
La canción nació como una especie de catarsis. Una carta desesperada de alguien que se sentía ajeno al mundo. La escribió casi sin pensar en que algún día la tocaría frente a miles de personas.
Ensayo, grabación accidental y sabotaje que salió bien
En 1992, cuando la banda se encontraba en el estudio ensayando canciones para su álbum debut Pablo Honey, tocaron Creep solo para calentar. No era parte del repertorio “serio”. Ni siquiera sabían que estaban siendo grabados.
Jonny Greenwood, el guitarrista, odiaba la canción. Le parecía demasiado “suave” y emocional. En un intento por sabotearla, metió un rasgueo brutal antes del estribillo, casi como un grito de guitarra. El resultado fue... perfecto. Ese golpe de distorsión se convirtió en el sello distintivo del tema.
Cuando el sello EMI escuchó la grabación, supieron que había algo especial. Pero había un problema: Yorke había incluido la palabra fucking en el verso “so fucking special”. Les pidieron suavizarla. El cambio por very parecía mínimo, pero obligó a Thom a reescribir parte de la letra. Irónicamente, eso le dio más forma, y Creep quedó lista para salir al mundo.
De accidente a fenómeno global
El single fue lanzado en 1992... y no pasó nada. Al principio, la canción fue ignorada. Pero un año después, un DJ de una radio en San Francisco la puso al aire por accidente. La reacción fue inmediata. Las líneas telefónicas colapsaron de oyentes pidiendo que la repitieran.
De pronto, Radiohead se encontraba en la cima de los rankings en Estados Unidos, Reino Unido y buena parte del mundo. Creep era un fenómeno. Un himno para todos los que se sentían fuera de lugar, inadaptados, raros. Era la banda sonora de la alienación noventera.
La canción que los asfixió
Durante casi dos años, Creep fue todo lo que la gente quería escuchar. Cada entrevista, cada portada de revista, cada show, giraba en torno a esa única canción. Los fans los veían como “la banda de Creep”.
Ed O'Brien, guitarrista rítmico, lo resumió con dolor:
“Estábamos viviendo los mismos cuatro minutos todos los días.”
La presión fue tal que casi terminan separándose.
Thom Yorke diría después: “Nos tragamos la industria. Sufrimos. Tardamos año y medio en recuperar la cabeza.”
Radiohead se sentía atrapado por una canción que ya no los representaba. Intentaban mostrar más, crecer, pero el público solo pedía Creep. Era una ironía cruel: el tema que les dio visibilidad también les puso una etiqueta imposible de quitar.
La resurrección de Radiohead
En vez de rendirse, Radiohead decidió desafiar las expectativas. Su siguiente álbum, The Bends, fue más ambicioso. Pero fue con OK Computer (1997) que dieron el gran salto hacia la reinvención artística, consolidándose como una de las bandas más importantes de su generación.
Kid A (2000) fue aún más radical: sin hits fáciles, sin estructuras convencionales. Era Radiohead dejando atrás su pasado, incluso al costo de alienar parte de su audiencia.
Y sin embargo, sin Creep, tal vez no hubiera habido espacio para esos riesgos. Como reconoció la propia banda, fue esa canción maldita la que les abrió las puertas, por más que quisieran cerrarlas.
El legado de Creep: ¿vergüenza o agradecimiento?
Hoy, Thom Yorke rara vez habla bien de Creep. Incluso durante muchos años se negó a tocarla en vivo. Pero el público no olvida. Y muchos fans nuevos llegan a Radiohead gracias a esa canción.
Porque, al final, Creep no es solo una balada triste. Es una confesión que todos hemos sentido alguna vez: no encajar, no ser “suficiente”, mirar desde afuera.
Lo irónico es que, en cantar esa soledad, Yorke encontró conexión. En aceptar su rareza, conectó con millones. Y eso, quizás, es lo que hace que Creep siga resonando más de 30 años después.
0 comentarios:
Publicar un comentario